Mi ritmo, mi guajira en azul

CT08 261
Atardecer en el Cabo

Al pasajerito que apenas comienza este viaje, Mateo.

No son bellas las playas del desierto, hasta que se les dice adiós”. Martí

Marzo 26 al 29 de 2008.

Hace ya un mes que regresé del Cabo de la Vela y hasta ahora comienzo a ‘aterrizar’ en este suelo búcaro. Todo fue relativamente tan fácil y rápido, y por eso mismo tan hermoso, que juraría que jamás sucedió, que fue como un sueño. Y precisamente escribiendo esto encuentro la razón por la que escribo, y es que ésta tal vez sea la única forma de probarlo, de mantenerlo vivo, de lo contrario pasaría al olvido como un recuerdo más, como un viaje más, y seguramente moriría, lo que sería una completa lástima.

Porque cuando me di a la tarea de investigar en la web sobre cómo llegar por tierra al Cabo de la Vela, desde la ciudad en que vivo, Bucaramanga, lo único que hallé fue datos muy generales y sobre oferta de planes turísticos para turistas convencionales, pero nada suficientemente útil y valioso para el turista independiente y aventurero, pero sobretodo, para el viajero que maneja un bajo perfil y un bajo presupuesto, mochilero si se le quiere llamar, pues de esta manera, estoy seguro, es como verdaderamente se conoce un lugar.

Ahora: si en el afán de querer contar los detalles más trascendentes de mi experiencia este escrito ha de resultar demasiado largo, no me interesa. Ni me preocupa si las estadísticas del blog dicen si fue leído o no, igual lo pienso escribir. Y si nadie llegara a leerlo, realmente no me importa. Yo cumplo con escribirlo. Lo que verdaderamente me interesa es que este escrito le sea útil en algún momento al viajero inconforme con las agencias de turismo, sus planes y tarifas, y la información amañada de internet.

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