Un downhill inmarcesible

A partir de El Cerrito, el clima cambia drásticamente. En un gran descenso que va desde los 2.500 metros de altura hasta los 1.000, se aprecia una variación de fauna y flora. Grandes árboles cubiertos de musgo, enormes matas de fique, rebaños de chivos y cultivos de tabaco, entre otros, comienzan a aparecer.

Málaga, la capital de la provincia de García Rovira, es una urbe grande donde uno encuentra mucha gente en las calles, comercio y variedad de comida: comida típica, comida industrializada. Eso sí, hay que andar muchas calles para dar con un lugar donde preparen vegetales al gusto, ricos y frescos vegetales. Finalmente, encontramos El restaurante La Esperanza, que fue más que eso: ¡fue un oasis vegetariano en medio del desierto carnívoro!

Bueno, en ese restaurante venden sobretodo platos típicos con mucha, mucha carne. Pero en fin.

Ya en Capitanejo el calor y la humedad se sienten. Es un municipio con bastante actividad para ser tan pequeño. Evoca en cierta manera los pueblos costeños, solo que aquí se respira un poco más de prosperidad.

El imponente río Chicamocha serpentea y regala una deliciosa brisa a este sin igual «terruño de paz, progreso, trabajo y alegría».

Por la hora, algo más de las 5 de la tarde, pasamos prácticamente de largo atravesando el pueblo por la vía principal. El estadero conocido como Chepe Gol, a las afueras de Capitanejo, fue nuestra mejor opción para acampar, costosa pero al fin y al cabo tranquila, segura y cómoda: $10.000/noche/persona.

Ruta: https://www.strava.com/routes/13787285

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