Un almuerzo en El Almorzadero

Y llegó el tan esperado día. O mejor, el inesperado, porque en realidad no sabíamos a qué nos íbamos a enfrentar: la dura montaña con el clima más inclemente: el Páramo del Amorzadero.

Fue un ascenso de unos 30 kilómetros antes de llegar a más de 3.333 metros sobre el nivel del mar donde se instala la cumbre del Páramo del Almorzadero. Pero antes de eso, se pasa por un corregimiento llamado Presidente, que está en el lado nortesantandereano, un buen lugar para tomar alimento e hidratarse, o, para decirlo a la francesa, avituallamiento. Curiosamente, Presidente aparece en los mapas turísticos y Chitagá no, siendo este último de mayor importancia para la región.

Cuando se pedalea a estas alturas, al cerebro entra la cantidad precisa de oxígeno para mantenerse consciente y el corazón bombea la cantidad precisa de sangre para mantener la cadencia, el cuerpo entra en una suerte de éxtasis para mantenerse tibio y así poder capotear el rocío y las ráfagas de viento. Es una sensación que mantengo viva de aquél momento de ensueño.

Se pedalea y se pedalea en ascenso casi hasta tocar las nubes. De repente, aparecen los frailejones y a partir de ahí se tiene la sensación de habitar un lugar alucinante, lleno de belleza abrumadora. Nada menos que una auténtica fábrica de agua. Los páramos son precisamente eso, silenciosas y generosas fábricas de agua. Y Colombia tiene la fortuna de tener estos poco comunes ecosistemas, ¡es uno de los dos países del mundo que tienen el privilegio!

Fue un día inolvidable. Al final, la noche nos cogió llegando a El Cerrito. De nuevo estábamos en territorio santanderano.

Hotel recomendado: Casa Blanca, cerca al Parque Principal. Bueno, bonito y barato.

Ruta: https://www.strava.com/routes/13787213

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